miércoles, 6 de abril de 2011
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Vendemos hortalizas ecológicas de temporada y realizamos trabajos de jardinería a particulares.
Es sabido que el cultivo industrializado impacta en el entorno y tiene riesgos para las personas y la fauna.
Debido a esto, desde hace varias décadas se ha revitalizado la forma tradicional de producir basada en el respeto al medio ambiente y compatible con el desarrollo tecnológico: es
Hoy en día, un pequeño porcentaje de los productos agrícolas y ganaderos que se ponen a la venta son productos que llevan la etiqueta de "ecológicos" y los consumidores poco a poco los van valorando y pidiendo más.
Existen en España cooperativas de consumidores de estos productos a través de las cuales se pueden obtener directamente de los productores a precios razonables.
Tienen una denominación de origen controlada, estando legislada a nivel de
La historia de la vida y del mundo wixarika se encuentra condensada, en gran medida, en los mitos que relatan los procesos de creación de lo que más valoramos: la vida, el sol, el fuego o la labranza.
De acuerdo con nuestra mitología, estos procesos de creación no fueron inventados por los hombres: a lo largo de los siglos, los dioses han contado historias, con lujo de detalles, a los mara'akate, y los mara'akate se han encargado de explicarlas a las comunidades y de realizar representaciones, escenificaciones y rituales que reaniman lo que los dioses les cuentan, para que la tradición se mantenga viva en la mente, el corazón, las danzas, los rezos y las palabras de nuestro pueblo. Los mara’akate (conocidos también como chamanes, curanderos o cantadores), a través de sus sueños, sus danzas, su música y sus cantos traspasan las barreras entre el mundo terrenal y el mundo divino, penetran en el mundo de los dioses y establecen vínculos entre lo profano y lo sagrado.
EL NACIMIENTO DEL FUEGO
Éste es un mito esencial, forma parte de la peregrinación ritual que se realiza a Wirikuta, el país del hí’kuri (peyote). Cuando ya todo está listo para la salida, cuando todos esperan a que amanezca para iniciar la peregrinación, el mara’akame relata la historia del fuego. Ésta historia siempre se relata alrededor de Tate’warí, el dios del Fuego, el Abuelo Fuego, en señal de ceremonia y de respeto a las costumbres ancestrales. Dice así:
En tinieblas
Antes, mucho antes, en el Medio Mundo, que se ubica bajo el cielo y por encima del inframundo, no había fuego, ni luna, ni sol, ni gente. Había animales pero eran todos nocturnos porque no había luz. Nadie conocía a nadie porque nadie podía ver nada. Todos chocaban entre sí, algunos se peleaban, otros se devoraban. Los animales vivían en las cavernas, en las grietas, bajo las piedras. Vivían todos: el murciélago, el león de agua, el búho, la lechuza, el tejón, la rata, el gato montés, el tlacuache, las serpientes y los escorpiones. Todos.
El nacimiento de Tai
Entonces, un buen día, en medio de las tinieblas, en su morada subterránea, se movió cinco veces Tate’ Yuliana’ka,
En el primer intento por levantarse, todos pudieron ver en el horizonte algo así como la lumbre de un cigarro a punto de apagarse. En el segundo intento, logró alzarse un poco más y todos vieron algo así como un sol oscuro, como un sol de eclipse. En el tercer intento ocurrió una fuerte sacudida y algo aclaró, como si fuera el principio de un amanecer. Los animales se miraban asombrados, sin saber qué cosa era aquello. Hubo un cuarto intento que trajo mayor claridad y mayor asombro.
Finalmente cuando
El sacrificio de Masha
Pero había un animal que estaba particularmente cerca del fuego y particularmente asustado que, además, estaba encandilado: era Masha, el venado.
Tai saltó sobre él, lo mató con sus propias manos, lo limpió y colgó su cuerpo de un árbol. Entonces, como fuego que era, se puso debajo del venado, para calentarlo. La grasa del venado que caía sobre Tatewari, alimentaba la flama y, poco a poco, del fuego fue saliendo la figura de un hombre que llevaba una luz en el pecho. Todo esto lo veía allá en el este, desde Le’unar, en el Cerro Quemado, Tamatz Kallaumari, el Hermano Venado Mayor, que observaba.
Los animales salvajes, atraídos por la luz, comenzaron a acercarse. Tate’warí les ofreció la carne de Masha pero ellos la rechazaron, no les gustó cocida. Desde entonces, los animales salvajes sólo se alimentan de carne cruda.
Una emboscada
Tai se levantó, se echó el venado a la espalda y se fue solo por los barrancos.
Entonces, apareció Tzaurishikame, el viento, y dijo a los animales:
— ¿Por qué lo dejaron ir? Debían haberlo matado aquí mismo, con sus flechas.
—Lo dejamos ir porque él es el Fuego —contestaron los animales— él es la señal de que pronto habrá lumbre para todos en el mundo. Pero si tu deseo es que muera, nosotros lo cazaremos con nuestras flechas.
Lo alcanzaron. El primero que disparó fue Maye, el león, le tiró con una flecha de popote que resbaló por el costado de Tate’warí, sin herirlo mayormente. Luego tocó su turno a Tatei Ipau, la serpiente brava, que lanzó una flecha de tzipurra, sin hacer daño alguno. Los siguientes dos intentos los hicieron con flechas de carrizo la serpiente chica de cascabel llamada Rainú y Jaiki, la boa negra del agua. Pero ninguna dio en el blanco.
Llenos de cólera, los animales se dirigieron a Rurave Temai,
—Remata a Tatewari —le dijeron— nuestras flechas de carrizo y popotes, son flechas de niños que nada pueden contra el poder del Fuego.
Desde lo alto de su peña, Rurave Temai disparó su flecha y alcanzó a Tate’warí que se vino al suelo lanzando un torbellino de chispas azules.
—Rurave Temai —exclamó Tate’warí— ¡has derribado al Fuego!, sólo por eso te quedarás para siempre cuidando el Medio Mundo.
Y es por esta decisión que todavía en nuestros días,
El rescate de Tate'warí
Tai había caído y estaba convertido en un viejo. Entonces, Tamatz Kallaumari, el Hermano Venado que observaba desde el Cerro Quemado, ordenó a los animales:
—Vayan por él, levántenlo y tráiganlo acá, conmigo.
La primera en obedecer fue Rarei Vivieri, una víbora rayada de blanco y negro, le siguió la víbora gris Murreka y, luego, Wikurrao, la que vive enroscada en el tronco de los árboles. Las tres hablaron con Tai, trataron de moverlo, pero nada lograron: Tate’warí permanecía inmóvil y mudo, como si estuviera muerto.
Viendo este fracaso, acudió en su auxilio Watemukame, el cuatezón, el venado de los cuernos chiquitos. Él sí pudo levantarlo con la cabeza. Entonces, Tatewari, como lo reconoció, le preguntó:
— ¿Tú eres Watemukame, el hermano de Tamatz? ¿Qué es lo que quieres?
—Sí, yo soy Watemukame, he venidoa buscarte. Mi hermano desea verte.
—Dile que hablaré con él si, antes, me hace un ririki (templo pequeño), una jícara negra con chaquiras rojas, una flecha negra y un jakaitsú (bastón) para poder levantarme. Dile que, cuando tenga todo listo, él mismo tiene que venir a buscarme.
Tamatz puso manos a la obra, levantó el ririki, dispuso las ofrendas y les pidió sus muvieris (flechas) a los animales. Pero carecían de valor porque estaban hechos con plumas de búho, de lechuza y de zopilote. Tamatz sacó de su petaca muvieris valiosos, con plumas de águila, y amarró las plumas de sus flechas al bastón.Entonces, en compañía de Ushikuikame y Watemukame, sus hermanos venados menores, salió en busca del Abuelo Tatewari.
—Aquí traemos las ofrendas y el bastón que pediste —dijo Tamatz—. Caíste en el Medio Mundo y nosotros venimos a levantarte y a pedirte que nos acompañes.
En seguida lo tomaron de los brazos. Tatewari, apoyado en su bastón y sostenido por los hermanos, dio cinco pasos y se detuvo frente a la puerta del ririki. Allí preguntó:
— ¿Cómo voy a encenderme si no han dispuesto lo necesario?
— Dinos lo que te haga falta y de inmediato te lo daremos.
— Hagan leña de este roble y de este pino y, además, labren dos horquetas.
Entonces, sobre dos troncos de roble que pusieron en el suelo, echaron rajas de pino. Encima de esto se sentó Tate’warí y, ahí sentado, les dio las dos horquetas a los Hermanos Venados Menores y les dijo:
—Ushikuikame, como tú me tomaste al ayudarme de la mano derecha, vas a cuidarme por siempre a la derecha. Watemukame, como tú me tomaste al ayudarme de la mano izquierda, vas a cuidarme por siempre a la izquierda. Y tú, padre mío, Venado Mayor, Tamatz Kallaumari, tú serás mi corazón, tú serás el corazón del Fuego.
—Sí —dijo con emoción Tamatz—, así será, tu serás Tate’warí Tamatz, estarás siempre con nosotros y siempre nos darás tu calor y tu vida.
La plenitud del Fuego
Entonces Tai, sacó de su pecho una yesca y un pedernal y dijo a todos los presentes:
—Ha llegado la hora de que se pongan de acuerdo y digan conmigo: “la primera chispa de mi pedernal caerá en el sur; la segunda en el norte; la tercera en el oriente; la cuarta en el poniente y la quinta caerá en el centro, que soy yo mismo: Tate’warí Tamatz”.
Todos hablaron con él. Entonces, se encendió la yesca y el viejo se convirtió en una gran llamarada. Los animales se asustaron: era la primera vez que veían al fuego en plenitud y, con su luz completa, era la primera vez que se veían a sí mismos, que se veían unos a otros.
—No sabíamos cómo eran nuestras caras —decían asombrados— no sabíamos cómo eran las cosas del mundo. Estábamos ciegos.
Pero el fuerte calor que despedía Tate’warí los hizo alejarse y, desde entonces, los animales le temen al fuego.
El robo del Fuego
Ante el asombro de los Hermanos Venado, el fuego lucía en todo su esplendor.
—Ahora el fuego es nuestro —dijo Tamatz a sus hermanos— pero recuerden, Tate’warí los nombró sus guardianes y sus ayudantes y ustedes han de cuidarlo y de evitar que nos lo roben. Estén despiertos. No le quiten los ojos de encima.
La chuparrosa
Ushikuikame a la derecha y Watemukame a la izquierda vigilaban la hoguera. Entonces, pasó velozmente la chuparrosa y sin que los hermanos pudieran evitarlo, se llevó una brasa en el pico. Pero no llegó lejos: la brasa le quemó el pico y tuvo que soltar la brasa. Por eso, la chuparrosa tiene el pico de la mitad del tamaño que lo tenía antes porque, en el intento de robo, se le quemó una mitad completa.
El tlacuache
Al poco tiempo, se acercó el tlacuache y dijo pícaro:
— ¿Cómo apareció esta lumbre? ¡Vaya, vaya, hasta a mí que vivo bajo tierra me está gustando bastante el calorcito! - .
Y, mientras hablaba, estiraba disimuladamente la cola para apoderarse de un carbón encendido. Cuando lo tuvo atrapado echó a correr por el campo y tras él salieron los guardianes del Fuego. También a él el carbón le quemó la cola. Por eso el tlacuache tiene la cola pelada.
Pero, antes de que lo alcanzaran los venados, tuvo tiempo de meter el carbón en su bolsa marsupial. Ushikuikame y Watemukame buscaron en vano. Le dieron patadas, le retorcieron el pescuezo y lo dejaron tirado, pensando que estaba muerto.
Un regalo para los dioses
Cuando los hermanos se alejaron para regresar junto al fuego, el tlacuache sacó de su bolsa el carbón y corrió a ofrecerlo a los dioses que lo estaban ansiando. Lo ofreció a cada uno de los dioses de cada uno de los cinco puntos cardinales. En ese momento, en cada punto se levantó una inmensa hoguera. Surgieron, en total, cinco hogueras.
Los venados guardianes supieron de inmediato que el fuego había sido creado y que había sido robado.
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